Monday, February 21, 2005

Deseos de cumpleaños

A raíz de haber festejado mi cumpleaños no hace mucho, he tenido que reflexionar ávidamente con respecto a los deseos a pedir al momento de soplar las velitas de la torta, y me he encontrado inmersa en un dilema existencial -siempre refiriéndome a mi pequeña existencia, por supuesto-: ¿qué podía desear? ¿podía desear lo imposible, puesto que nadie iba a enterarse? ¿por qué no podía insistir con los deseos que desde el año pasado no se habían cumplido? ¿por qué no puedo desprenderme de los deseos pasados, que no se cumplieron pero deben ser puestos en el olvido?
Y ahí me encontré, soplando las velitas, observando a cada uno de mis invitados, deseando deseos que no se pueden decir ni a la almohada, pero que me hicieron sentir, una vez más, que siempre habrá ambiciones y esperanzas, pequeños y grandes deseos que, si no estuvieran en nuestras almas... ¿qué demonios movería al mundo?
Hoy, después de mucho reflexionar sin sentido -porque, por supuesto, lo supe desde un principio- mi mayor deseo es ser domesticada. ¿Qué demonios quiero decir con eso? ¿Es que me he vuelto loca? ¿No es que siempre he estado loca?
Como siempre, voy a dejar que alguien explique esto mucho mejor que yo podría hacerlo: -en este caso, un zorro-

"-¿Quién eres tú? -preguntó el principito-. ¡Qué bonito eres!
-Soy un zorro -dijo el zorro.
-Ven a jugar conmigo -le propuso el principito-, ¡estoy tan triste!
-No puedo jugar contigo -dijo el zorro-, no estoy domesticado.
-¡Ah, perdón! -dijo el principito.
Pero después de una breve reflexión, añadió:
-¿Qué significa "domesticar"?
(...)
-Es una cosa ya olvidada -dijo el zorro-, significa "crear vínculos..."
-¿Crear vínculos?
-Efectivamente, verás -dijo el zorro-. Tú no eres para mí todavía más que un muchachito igual a otros cien mil muchachitos y no te necesito para nada. Tampoco tú tienes necesidad de mí y no soy para ti más que un zorro entre otros cien mil zorros semejantes. Pero si tú me domesticas, entonces tendremos necesidad el uno del otro. Tú serás para mí único en
el mundo, yo seré para ti único en el mundo...
-Comienzo a comprender -dijo el principito-. Hay una flor... creo que ella me ha domesticado...
(...)
-Mi vida es muy monótona. Cazo gallinas y los hombres me cazan a mí. Todas las gallinas se parecen y todos los hombres son iguales; por consiguiente me aburro un poco. Si tú me domesticas, mi vida estará llena de sol. Conoceré el rumor de unos pasos diferentes a todos los demás. Los otros pasos me hacen esconder bajo la tierra; los tuyos me llamarán fuera de la madriguera como una música. Y además, ¡mira! ¿Ves allá abajo los campos de trigo? Yo no como pan y por lo tanto el trigo es para mí algo inútil. Los campos de trigo no me recuerdan nada y eso me pone triste. ¡Pero tú tienes los cabellos dorados y será algo maravilloso cuando me domestiques! El trigo, que es dorado también, será un recuerdo de ti. Y amaré el ruido del viento en el trigo.
El zorro se calló y miró un buen rato al principito:
-Por favor... domestícame -le dijo.
-Bien quisiera -le respondió el principito pero no tengo mucho tiempo.
He de buscar amigos y conocer muchas cosas.
-Sólo se conocen bien las cosas que se domestican -dijo el zorro-. Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada. Lo compran todo hecho en las tiendas. Y como no hay tiendas donde vendan amigos, los hombres no tienen ya amigos. ¡Si quieres un amigo, domestícame!
-¿Qué debo hacer? -preguntó el principito.
-Debes tener mucha paciencia -respondió el zorro-. Te sentarás al principio un poco lejos de mí, así, en el suelo; yo te miraré con el rabillo del ojo y tú no me dirás nada. El lenguaje es fuente de malos entendidos. Pero cada día podrás sentarte un poco más cerca...
(...)

-Adiós -dijo el zorro-. He aquí mi secreto, que no puede ser más simple: sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos.
-Lo esencial es invisible para los ojos -repitió el principito para acordarse.
-Lo que hace más importante a tu rosa, es el tiempo que tú has perdido con ella.
-Es el tiempo que yo he perdido con ella... -repitió el principito para recordarlo.
-Los hombres han olvidado esta verdad -dijo el zorro-, pero tú no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Tú eres responsable de tu rosa...
-Yo soy responsable de mi rosa... -repitió el principito a fin de recordarlo."

Fragmento de "El Principito", de Antoine de Saint-Exupéry